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De la universidad a la multiversidad

Cambios a la ley universitaria

Publicado: 2016-12-16


Como algunos analistas han venido señalando hay mejoras a hacer a la ley universitaria que resultan de las limitaciones para su aplicación, pero hay también algunas de carácter más estructural que es preciso abordar si se pretende contar con un cuerpo legal más sólido para el futuro desarrollo del sistema universitario. En este caso me voy a referir al tema de la necesidad de distinguir entre diferentes tipos de universidades.

Para alguno parecerá obvio reconocer que no todas las universidades pueden cumplir las mismas funciones, que unas están más dedicadas a la formación profesional, mientras otras se vinculan más con el desarrollo académico y otras se orientan decididamente a la investigación. Este es un hecho de la realidad que concuerda además con la corriente principal de cambios de largo plazo en el resto del mundo, asunto que se da independientemente si se trata de sistemas principalmente públicos, privados o mixtos como el nuestro. Para algunos expertos como Trow (1974)[1] el origen está en la masificación del acceso a la educación superior, Altbach (2008)[2] sostiene que tiene que ver con la creciente complejidad de las tareas que debe cumplir la universidad en la era de la globalización, para otros como Bruner (2012)[3] se relaciona con un cambio social que implica la desaparición de la idea de universidad como comunidad y su sustitución al convertirse en objeto de la sociedad (pasar de Gemeinschaft a Gesellschaft).

La ley y sus intérpretes, poco preocupados por lo que pasa alrededor suyo, han pretendido encasillar a todas las universidades teniendo como modelo, al parecer, a la vieja universidad humboltiana y trataron que todas ellas se conviertan en comunidades autónomas de investigación. En cambio, lo que nos muestran diversas experiencias es que de lo que se trata es construir un sistema de educación superior adaptado a la diversidad de necesidades de la sociedad que, como es evidente, requiere de técnicos, ingenieros, profesionales, especialistas, académicos, científicos, filósofos, investigadores e innovadores, conectados con el mundo (Kerr, 1964)[4]. En este sentido es que el sistema de educación superior se amplía incluyendo a los que llamamos institutos y escuelas superiores, además de a las diferentes universidades.

Esta reflexión no es nueva en el Perú, puede revisarse el informe sobre política para el aseguramiento de la calidad en la Educación Superior Universitaria producido por un conjunto de ex Rectores y expertos[5], que distingue categorías de universidades: a) generalistas de formación académica y profesional básica; b) generalistas que priorizan la formación profesional y, en menor medida, formación académica; c) especializadas que forman profesionales y académicos en campos y disciplinas específicas; y d) generalistas que enfatizan la formación académica y profesional avanzada, brindan con excelencia formación de posgrado y promueven la investigación científica.

Hay sin embargo puntos de vista para los que estas diferencias evidentes en nuestra realidad deben conducirnos a separar las verdaderas universidades de las falsas. Es decir distinguir aquellas que además de formar académicos y profesionales, forman investigadores y se colocan en los circuitos internacionales de generación de conocimiento, y que merecen llamarse universidad; de aquellas otras que no lo hacen y por ello han de merecer otro nombre. En esta concepción no hay sistema, no hay complementación, ni vasos comunicantes entre los diversos tipos de instituciones que permita compartir sus ventajas, permitir el tránsito de los estudiantes, la circulación de los profesores, la incorporación de la experiencia y el intercambio de conocimientos.

Pero, volvamos al punto, si queremos atender un sistema diverso inclinándolo hacia la búsqueda de la calidad, necesitamos que nuestras organizaciones sean capaces de reconocer éstas diferencias y los retos que esto trae. La ley por ejemplo no distingue siquiera entre universidades de pre y pos grado en términos de sus exigencias de investigación. Necesitamos entonces definir tipos de universidades con finalidades específicas que permitan establecer con mayor precisión las condiciones básicas de calidad, requeridas para su licenciamiento, y un conjunto variable de indicadores, para que al mismo tiempo podamos implementar adecuadamente una política de crecimiento del servicio con calidad, asegurar una mejor asignación de los recursos públicos, y logremos satisfacer mejor los intereses de las personas y de la sociedad.

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[1] TROW, M. (1974). Problems in the transition from elite to mass higher education. En M. BURRAGE (ed.), Martin Trow. Twentieth-Century Higher Education: From Elite to Mass to Universal. Baltimore: The Johns Hopkins University Press, 86-142.

[2] Altbach, P. G. (2008) Funciones complejas de las universidades en la era de la globalización.

[3] BRUNNER, J.J. (2012) La universidad: ¿comunidad de mercado o posmoderna? Universidad Diego Portales, Chile. Bordón 64 (3), 2012, 27-38, ISSN: 0210-5934 • 27

[4] Kerr C. (1964) The Uses of the University. Harvard University Press. Cambridge. En este texto se trabaja el concepto de multiversidad.

[5] Burga Díaz, J.M., Sota Nadal, M.J., Sagasti H., F, Pique del Pozo, J., Barrantes, R. Lerner Febres, S. y Bonifaz Chirinos, M. (2015) “Lineamientos de Política para el Aseguramiento de la Calidad en la Educación Superior Universitaria: aportes y recomendaciones”


Escrito por

Flavio Figallo Rivadeneyra

Sociólogo. Experto en temas de Educación. Ha sido viceministro de Gestión Pedagógica en el Ministerio de Educación.


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Aprendiendo

Un blog de Flavio Figallo Rivadeneyra, sociólogo. experto en temas de educación. Ha sido viceministro de Gestión Pedagógica